Mi trabajo con telas radica en la historia de las mujeres de mi familia. El espacio de la casa, privado y invisibilizado, es donde se compartían y siguen compartiéndose los secretos “femeninos” asociados a la labor textil.

El trabajo de este material era para mis antepasadas tanto un vehículo de autonomía y de creatividad como la encarnación de la domesticidad y de las limitaciones que se les imponía por una determinada visión de su papél en la sociedad. Una presencia nutritiva y productiva ausente de los registros oficiales y poco reconocida.

Mi manera de abarcar el material tiene como intención de tratar esta dualidad. Mi trabajo revela el textil y lo desaparece al mismo tiempo. Las piezas finales, elaboradas a partir de él y con la intención de exprimir todos sus rasgos identitarios, ya no contienen textil.

Los trapos de manta de cielo, tela que elegí por su fuerte identidad doméstica, se embarran, se aprietan y se tuercen con fuerza y reiteración, imprimiendo el peso del cuerpo. Luego se queman en alta temperatura, lo que consume la fibra textil, conservando su forma y textura a través de la arcilla y del esmalte.

Las piezas se convierten en recuerdos. Recuerdos de un trapo, de un gesto, de una energía vital.
Retratos y testimonios de una época.